Si bien los relatos enviados a las revistas de chicas desnudas tenían un claro componente sexual, Bukowski consideraba que el sexo no era la fuerza motriz de los mismos. En una entrevista publicada en 1975 en Northwest Review, hizo hincapié en que su obra no era únicamente de carácter sexual: «Escribí cuentos porno para las revistas porno, que entonces pagaban muy bien… Incluía sexo, pero también una narración, aunque sólo fuera por placer personal. Me decía, vale, quieren sexo, pero les tomaré el pelo… Aunque hay sexo en esos cuentos, verás que no es el motor principal». Es más, en otra entrevista de 1975, Bukowski aseveró que sus relatos no eran «guarros», a pesar de haberlos calificado como tales en 1971 en «The Silver Christ of Santa Fe» o de que popularmente se le conociese como el «viejo verde» de la escena underground: «Un cuento guarro es muy aburrido. Si te molestas en leer alguno, bueno, ya sabes, dicen “el tío sacó la polla; medía veinte centímetros y estaba bien tiesa, y ella se abrió de piernas…”. Eso es un cuento guarro, y es aburrido, así que diría que no escribo cuentos guarros». Sea como fuere, Bukowski reconoció que las publicaciones eróticas resultaban más que tentadoras: «Las revistas porno eran una válvula de escape perfecta: decías lo que te daba la gana y, cuanto más directo, mejor. Por fin, sencillez y libertad entre las fotos relucientes de coños en primer plano», concluyó con ironía a comienzos de los noventa.
(Del artículo «Bukowski se pasa al porno», de Abel Debritto. Quimera. Revista de Literatura, septiembre de 2013).